El que no corre, escribe
Y el que escribe, vuela – Insights de mi primera maratón epistolar
Una noche del mes de abril estaba enojada y aburrida y perdida, bastante perdida, scrolleando las publicaciones de la lupita en Instagram.
Ando odiada con el algoritmo, pero ese día pasaron cosas buenas. De algún modo, son estas sincronicidades las que alimentan mi fe en las redes sociales y hacen que me piense dos veces la opción de desertar.
Me encuentro con una publicación (entre decenas) que hablaba de una maratón epistolar. Un evento, organizado por dos escritoras, que consistía en enviar y recibir cartas durante todo el mes de mayo.
Recordemos que llego a ese posteo a mitad de abril.
Recordemos, también, que soy una chica con ascendente en virgo que no suele ser impulsiva en sus decisiones. Con lo cual, lo normal hubiese sido, al menos, consultarlo con la almohada.
No lo hice.
Me anoté sin entender muy bien a lo que me estaba anotando pero fascinada con la idea de escribir cartas a partir de consignas y recibir la correspondencia de mis futuros colegas maratonistas.
El último viernes de mayo pisé la línea de llegada. Con la lengua afuera, los dedos acalambrados y el corazón agradecido.
Durante la carrera tuve algunas revelaciones interesantes que hoy tengo ganas de compartir con vos ✨
En sus marcas…
La Maratón Epistolar, evento organizado por Agustina Caride y Soledad Vignolo, invita a correr con otras extremidades a las usualmente empleadas para las carreras tradicionales: las manos.
El trayecto es el mismo para todos: el género epistolar.
Para la largada, las entrenadoras envían una lista de consignas que marcan la temática de cada kilómetro y luego le toca a los maratonistas enviar, de lunes a viernes, la carta correspondiente a cada disparador.
Si uno sigue en carrera, llega a la meta que son los 20 km:
20 consignas, 20 cartas escritas.
Cada una de ellas es impresa y enviada a distintos corredores del país, además de competir por su publicación en la antología del evento.

Las revelaciones del proceso
Me anoté a la maratón para escribir.
Y en el camino, la cosa se puso profunda.
Porque chica puede irse de su Plutón en Sagitario, pero no el Plutón en Sagitario de la chica, ¿no es cierto?
Sin más preámbulo, te cuento mis revelaciones de maratonista amateur.
🗣 No tengo nada para decir, hasta que tengo algo para decir.
A veces no sabía sobre qué escribir. La consigna no evocaba nada. Ni una imagen, un recuerdo, una cosamediaamorfa. NADA. Blanco total o lugares comunes.
Sentarse en la compu con esa sensación era desafiante, aunque por ese gesto mínimo, empecé a entender mi propio mecanismo.
Hubo días en los que necesitaba una entrada en calor: largarme a escribir aunque me pareciera una cagada lo que estaba escribiendo. O pingponear ideas con chat GPT. Pero no frenar, porque sabemos que si uno frena en pleno movimiento, el músculo se enfría.
Lo que solía pasar es que, después de estar veinte o treinta minutos precalentando, aparecía una idea que me entusiasmaba. Esa idea me derivaba a otra y esa misma a otra más. Y de pronto tenía una constelación de significados que cumplían, en menor o mayor medida, la consigna de ese día.
La Maratón Epistolar me ayudó a encarnar el concepto de Pablo Picasso.
“La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”
❌ Excusas descalificadas
El 70% de mi trabajo se vincula a la escritura.
Pero a parte de barladeurano, existe una Bar a la que le encanta escribir sobre otros temas que no tienen nada que ver con la astrología y la creatividad. Y a esa parte de mí, suelo dedicarle las sobras energéticas de la rutina.
Mientras corría la maratón, destiné entre veinte a sesenta minutos diarios a pensar y escribir las cartas. Conmigo corría la vida cotidiana. Los temas de los que no podés escapar, ni siquiera corriendo.
Nada fue suficiente para distraerme. Cada noche, a eso de las ocho o nueve, adjuntaba mi carta y me despedía de Agus y Sole hasta el día siguiente.
Entonces empecé a preguntarme:
¿realmente no tenés tiempo para tu escritura personal?
¿realmente lo único que tenés para darle es lo que te sobra de tu laburo?
¿o es que te resulta más fácil comprometerte con otro que con vos misma?
¿o es que te cuesta escribir por deseo, sin ningún objetivo que justifique el tiempo invertido?
Esta experiencia ya asentó una evidencia: tengo tiempo para escribir fuera de lo estrictamente laboral.
Para el mes de junio me propuse mantener este ritmo diario. Aunque sean veinte minutos. Aunque no logre escribir nada. Es aparecer, presentarme, sostener el compromiso.
De mí, conmigo.
🍁 La vida al servicio de la obra
Y lo mejor que me pudo pasar en el viaje
Fue mirar el paisaje y seguir
Así como me acordé de la frase de Picasso mientras corría la Maratón Epistolar, también sonaba en mi cabeza la letra de este tema de Los Piojos.
Esta revelación fue de las más lindas: por primera vez en mucho tiempo corrí el foco de la meta final.
Los primeros kilómetros los hice sin saber lo que tendría que escribir al día siguiente. Solo entraba al PDF, buscaba la consigna que me tocaba entregar en ese momento, y me ponía a hacer el trabajo. Y al otro día repetía el proceso.
Era una forma de proteger el espíritu de la sorpresa.
Y sucedía algo muy loco.
Por lo general, la temática que tocaba se asociaba con una situación o emoción que había transitado durante la jornada.
Un día triste por no sentirme escuchada, le escribí a Mariano Quirós pidiéndole consejos sobre cómo poner límites. También le conté a Luis Mey lo que todavía me duele de mis viejos, y hasta redacté una carta-plegaria para “los conductores con dificultad de orientación espacial”, una tarde en la que estaba furiosa con el tránsito (especialmente con el mal uso de las luces de giro).
La materia prima de todas mis cartas estaban a los costados del camino, en los acontecimientos paralelos a la maratón.
Esta idea de mirar el paisaje, antes que el horizonte, lo relaciono con una creencia que me define como guardiana creativa y astróloga
“La obra está al servicio de la vida y la vida al servicio de la obra”
🪶 El que escribe, vuela.
Y el que vuela, descubre un mundo.
Para concluir esta entrega, quiero contarte sobre los mundos que conocí.
No sé exactamente cuántos son, porque perdí la cuenta.
El hecho de vivir en la capital de Buenos Aires me otorgó el enorme privilegio de recibir las cartas de mis compañeros maratonistas con una frecuencia casi diaria.
La apertura de cada sobre se asemejaba al gesto de una niña que acerca uno de sus ojos a la cerradura de una puerta, mientras entrecerraba el otro para ajustar la visión.
Durante las últimas semanas espié por el rabillo del ojo mundos de toda índole.
Recuerdo uno en particular. Una historia de amor.
Compañeros de secundaria. Época de comunicaciones analógicas. Encuentros y desencuentros. Retardos del destino. Cartas adentro de cartas. Parecía que terminaban juntos,
pero no.
Llegué a la posdata decepcionada por el desenlace y agradecida con su autor por lo que me había hecho sentir en tan solo dos hojas A4.
Y esa fue una de las razones por las cuales decidí participar en esta Maratón Epistolar.
Escribir es abrir el cofre donde viven la intuición, las emociones, los recuerdos y las necesidades más íntimas. Con el lenguaje, les damos forma. Amasamos palabras y, al hacerlo, nace un mundo hecho de todo lo que somos.
Ese mundo después puede ser recorrido por otras personas, que al leerlo despiertan recuerdos, saberes o ganas de crear el suyo propio.
Me despido por hoy, deseando que estos insights te inspiren de alguna forma.
Este evento fue una experiencia inolvidable para mí, así que no quería dejar de compartirlo con vos 🧡
¡Precioso Barby! Me encantó como lo redactaste. Sentí lo vertiginoso que debe haber sido el escribir todos los días para alguien. Aplaudo tu valentía por haberte largado a correr, y como bien vos dijiste, disfrutar el paisaje ♥
Que espectacular ❤️ un placer siempre leerte de este lado de la isla🫡